Obaba
Críticas
• Revista Imágenes de Actualidad. A. Comas
• Revista Cinemanía, nº 120. Carlos Marañón
• Revista Dirigido, nº 348. Carlos F. Heredero
• Fotogramas, nº 1.943. Mirito Torreiro
• El Mundo, 21 de septiembre. Alberto Bermejo
• Heraldo de Aragón. Joaquín Aranda
• El Correo Gallego. Lupe Gómez
• Revista Shangay. Gustavo Van Santos
• La butaca. Almudena Muñoz Pérez
• Getxo. Mikel Agirregabiria Agirre
• Revista Kane 3, n º 1. José Enrique Monterde
Quizá no ganará el Oscar, ni siquiera pasará el corte porque en Hollywood se llevan otras películas, pero el último film de Montxo Armendáriz es espléndido. Parte de ocho historias de la obra “Obabakoak” (Premio Nacional de Literatura en 1989, compuesta por más de veinticinco relatos) que, situados en Obaba, unentorno imaginario, forman un sugerente mosaico de ideas y sensaciones, presentes en la sociedad contemporánea.
(…) Hay sexo, hay violencia, hay frustraciones, hay prejuicios, hay ambiciones materialistas… pero tratadas con exquisita simplicidad y sencillez de lo cotidiano. Sin estridencias. Sin levantar la voz.Tanto si es la historia oculata de una maestra (excelente el cambio de imagen de Pilar López de Ayala) comola de un esquizofrénico (Eduaard Fernández) atormentado po la muerte de su hermana. Y de un montón de otros personajes. (…) Conociendo la obra de Armendáriz, no hace falta decir que el paisaje resulta fundamental para componer este microcosmos.
Feliz periplo el emprendido por Armendáriz a la búsqueda de Bernardo Atxaga. Más que una afanada adaptación cinematográfica, esta OBABA fílmica acaba por significarse como un ámbito interseccional, como una encrucijada lírica en el que confluyen, vinculándose, el material literario originante y la imperiosa manipulación que exige la mirada admirativa de quien tiene la necesidad de explicitar los mecanismos de esa admiración. Armendáriz no se rinde ante OBABAKOAK, sino que la transfigura. Mucho más que ante una relectura, la mediación del sobresaliente creador de TASIO, de HISTORIAS DEL CORAZÓN y SILENCIO ROTO lo que consigue es evolucionar la obra de Atxaga hacia una subjetividad tan respetuosa como reestructurante, tan cuestionadora, nada sometida como minuciosa. Si se me permite la expresión, nos hallamos ante una fecundísima translectura. OBABA proclama desde el principio su independencia frente al libro. Se sale de él. Sólo se puede descubrir aquello que no se conoce. Por ello, Armendáriz se inventa la mirada inaugural de alguien no conocedor de esa geografía, de un agente exterior a Obaba, que se adentra, que intenta acceder, que la necesita encontrar. (…) La ubicación en el filme de una joven estudiante de cine, que debe realizar una práctica ordenada por su profesor no es sino un trasunto del propio Armendáriz empeñado en la consecución de su proyecto. Ambos persiguen el mismo fin: conocer Obaba.
Obaba no resulta fácil de ser alcanzada. El director, conocedor de la complejidad narrativa con la que se ha construido el guión, opta, brillantemente, por una puesta en escena concisa y depurada, que no escatima oportunidad de tolerar rendijas por las que se vislumbra un discurso mucho más sombrío, furioso y alarmante, que no admite ningún tipo de concesión limadora de asperezas incómodas. Muy al contrario, si OBABA es la obra mayúscula que acaba siendo es precisamente por el placer que se siente al contemplar un film que disfruta yendo más lejos, enredándose, expandiéndose, girando sobre sí mismo infinitas veces. Armendáriz ha hilvanado un primoroso encaje de ecos y falsas simetrías que, con la calma de un reptil expectante al anochecer, persevera en no agotarse nunca, en reivindicar la osadía de su complicación caudalosa, estableciendo una incatalogable, sagaz, nutrida geografía de vasos comunicantes, ocultos y silentes, que el espectador impelido debe ir concatenando.
Sin embargo, la auténtica proeza argumental tiene que ver con la forma en la que todos y cada uno de ellos rebotan, se proyectan y concluyen en la propia peripecia que va fraguando el particular establecimiento de Lourdes en el pueblo. Gracias a éste, a la investigación que quiere emprender mediante su cámara, OBABA viene a suponer una sentida reflexión sobre las huellas, las heridas, y los sinsentidos que el paso del tiempo va haciendo posar sobre todo colectivo humano: la turbia relación que mantienen los personajes de Ismael, Tomás y Begoña (explicitada en el tercer episodio) son un buen ejemplo de esa clase de resentimientos no aliviados, que condicionan durante décadas la convivencia en determinados núcleos cerrados. El reportaje de Lourdes desvela enigmas como el de la identidad de quién deposita las flores en una tumba todos los sábados, como el de algunas ausencias en la foto de grupo con la maestra, como el de la correspondencia en alemán de Esteban, pero, sobre todo, lo que viene, finalmente, a confirmar es la propia identidad de la joven como una moradora más de Obaba. Por eso, al principio la vemos enmarcada en el visor de su cámara, porque ya es una más de ellos. Ella ocupa el sitio de las personas que ha ido entrevistando. Ella es de Obaba, y como tal arrastra, incluso, secuelas de algunos misterios: las cartas que vuelven a llegar, y el influjo de un lagarto.
Buscando una palabra, en Obaba han encontrado una imagen (…) La adaptación de la compleja estructura de la novela funciona espléndidamente. Y era una tarea muy complicada ante un libro magistral de tan diferentes tiempos y texturas. Lurdes, el personaje que reúne las historias del pasado frente a su cámara, es un gran hallazgo del Armendáriz guionista, que convierte al narrador en busca de palabras de Obabakoak en una estudiante que graba las respuestas a su propia vida desde la experiencia en el pueblo. (…) Pero no se queda en un paisajista pintoresco, sino que nos habla de historias sin final y de territorios humanos universales a través de encuadres cortos y cerrados que, como los lagartos del filme, entran en el interior de cada una de las conciencias hasta formar un hermoso, y a ratos aterrador, retrato colectivo que persiste a lo largo de los tiempos.
"OBABA no es una adaptación mas o menos académica del original literario, sino una relectura muy personal, muestra de un proceso creativo de naturaleza fílmica"
(…) Montxo Armendáriz se adentra en Obaba (novela) como su verdadera protagonista, Lurdes, se adentra en la carretera que conduce a los territorios de Obaba: armada con una cámara de vídeo, dispuesta a capturar una realidad que se desvelará tan escurridiza como los lagartos y tan compleja como un puzzle (…) El itinerario de Lurdes, que es la auténtica protagonista de la película y que cobra entidad en la excelente interpretación que hace de ella Bárbara Lennie, articula pues el hilo narrativo, la verdadera columna vertebral que sostiene el relato cinematográfico.
(…) El Obaba cinematográfico puede considerarse, entonces, como el lugar de encuentro en el que confluyen el microcosmos literario inventado por Atxaga y la ficción narrativa propuesta por Armendáriz (puesto que Lurdes, su cámara de vídeo, su historia personal, sus relaciones con el resto de los personajes –verdadera filigrana arquitectónica del guión– y su búsqueda de conocimiento son completamente ajenos a la novela original), pero cabe también una interpretación todavía mucho más estimulante. Es la que permite ver a Lurdes, a su cámara y a su indagación en el pasado y en el presente de Obaba, como el instrumento de que se vale el cineasta para llevar a cabo una triple y simultánea operación: sumergirse en los secretos narrativos de la novela, «apropiarse» figuradamente de ella para proponer su propia interpretación metafórica de aquel universo y generar una reflexión paralela sobre el oficio de contar historias, sobre la dificultad del cineasta para atrapar la realidad y para dar sentido a lo que está contando.
(…) Esta apasionante Obaba cinematográfica emerge (…) como la obra de mayor audacia en la filmografía de Armendáriz y, sobre todo, como un estimulante ejercicio autorreflexivo y metanarrativo con mucho mayor calado del que pueda aparentar a primera vista.
(…) Hasta que encontró la clave: acotar en solo tres historias los sentimientos más vigorosos que campan por el libro, pero sin renunciar a la reflexión sobre los mecanismos de la narración, que se convierte aquí, en una brillante traslación, en una indagación sobre la capacidad de la cámara para captar los menores matices de lo real; en una indagación, en fin, sobre el propio oficio del cineasta.
Y el resultado es espectacular: una película pausada, bella hasta el dolor, que sin penetrar en las sendas de lo político, habla, no obstante, de desarraigos, de soledad, de locura, de violencia; un relato recorrido por una poesía adusta y tierna en la que dos tiempos históricos diferentes van entretejiendo un tapiz monumental, cuyos hilos terminan siempre encontrándose (y cuando lo hacen salta limpiamente la emoción), hasta dibujar una comunidad entre lo real y lo onírico, con sus silencios, su misterio, sus sentimientos envejecidos por el tiempo, que una cámara y una mirada ajenas e inocentes deberán desvelar, en la que es sin duda la película más arriesgada y enjundiosa de Armendáriz en mucho, mucho tiempo.
La sutilidad se ha apoderado del cine de Montxo Armendáriz (…). Obaba es su mejor película, por encima de las que realizó en sus inicios con producción de Elías Querejeta (Tasio, 27 horas ) y algunas de las más conocidas (Historias del Kronen, Secretos del corazón ). Es un filme muchísimo más físico y a la vez lírico, emotivo, que seduce con la puesta en escena, con una manera concreta de filmar, antes que con la sobreexposición de ideas y sentimientos a través del diálogo.
Obaba adapta el libro de Bernardo Atxaga. Armendáriz lo utiliza de forma espléndida. El texto es el cimiento, la base muy sólida sobre la que el director navarro vuelve a los paisajes rurales. Pero la mirada es ciertamente distinta.
(…) Lo mejor de la película es que captura una realidad rural, reconocible, de signos atávicos, fuertemente impregnada del peso del pasado, con un estilo que nada tiene que ver con la vieja idea del cine mesetario o con las propias películas de Armendáriz.
Obaba no es una cinta de terror o de suspense, sino un drama ubicado en una perspectiva muy poco ortodoxa. En él descubrimos cosas que ocurrieron y que ocurren en el pueblo, en perfecta armonización entre los relatos del pretérito, con distinto tratamiento dramático y visual, y los del presente, hasta lograr un magnífico fresco sobre la soledad, la locura, la culpa, la estima, la fantasía, el respeto y los temores más recónditos.
El reconocimiento de un lugar como propio es uno de los mecanismos sentimentales más arraigados. Y eso es, a grandes rasgos, lo que viene a ser la nueva película de Montxo Armendáriz: un intento de describir un mundo particular a través de lo que les ocurre y lo que siente un puñado de individuos que han nacido o viven en ese punto geográfico determinado.
'Obaba', inspirada en parte de los relatos que componen el libro 'Obabakoak', de Bernardo Atxaga, es una declaración de amor al lugar del que se es; pero, también, en el que se vive o con el que cada cual se identifica, un paisaje idealizado marcado por manías, símbolos enigmáticos y supersticiones que miniaturizan los rasgos reconocibles de otros mundos más amplios.
La película de Armendáriz -que inventa un oportuno artificio narrativo sobre el que articular las diferentes historias, el de una estudiante de cine que llega hasta esta idílica localidad a recopilar las vivencias pasadas y presentes de sus habitantes armada con una cámara de vídeo- se muestra integradora antes que excluyente en su aproximación sosegada a los misterios inquietantes de unos, las excentricidades de otros, las rencillas de largo alcance o el placentero conformismo de los de más acá.
Caleidoscópica más que coral, 'Obaba' logra ser una hermosa narración intimista en torno a un puñado de personajes magníficamente interpretados por viejos conocidos del director -como Juan Diego Botto y Mercedes Sampietro-, nuevas incorporaciones -como las de Eduard Fernández y Pilar López de Ayala-, y deslumbrantes redescubrimientos -como el de la espléndida Bárbara Lennie-.
Su magnífica factura, con fotografía de Javier Aguirresarobe, y el tono sosegado con el que va desgranando ese conjunto de vivencias pegadas a un paisaje amplían la línea que une la mirada antropológica, la sobriedad y la emoción de 'Tasio', 'Secretos del corazón' y 'Silencio roto', las señas de identidad de este cineasta minucioso y austero.
Montxo Armendariz ha hecho su película más fascinante, una obra absorbente, con un poder de atracción casi hipnótico. Desde las primeras imágenes hay algo intangible que te atrapa, y esas curvas que llevan al pueblo soñado por Bernardo Atxaga en medio de la oscuridad boscosa inician una cuenta numérica para espíritus insomnes, que se irá repitiendo como un ritual contra lo innombrable, contra el misterio de las vidas encerradas en sí mismas. La videocámara de la joven visitante debería desentrañar hasta lo más oculto del ignoto lugar en aras del progreso, pero hay cosas que ni el ojo humano puede ver, y menos aún un aparato del diablo cómplice de lagartos digitales. Traducir al lenguaje cinematográfico el realismo mágico de naturaleza literaria es una misión suicida para cualquiera, pero Armendariz ha logrado el milagro de una película con identidad propia que deja fuera de lugar cualquier posible comparación con el reconocido libro del que parte. El éxito de tan temerario empeño radica en la férrea y a la vez flexible estructura narrativa de “Obaba”, con una fluida dialéctica entre presente y pasado, entre lo vivido y lo imaginado. Tres escogidos episodios, con sus respectivos protagonistas, bastan para desplegar historias ramificadas que brotan del tronco común identificado con el concepto de pueblo, dentro de una diversificación no exenta de soledades e inadaptaciones, al igual que de dolorosas y violentas contradicciones. Concepto éste, en mi opinión, ampliable al sentimiento colectivo de nacionalidad, gracias a la metafórica visión de “gran angular” empleada. El individuo topa con ingratas realidades coyunturales en la tierra en que ha nacido, pero los profundos atavismos pueden más y le mantienen unido a ella para siempre haga lo que haga.
Lo mejor de Montxo Armendáriz es que sabe crear un mundo propio en cada película y te mete dentro de él. El resultado es una serie de obras maestras a la que viene a sumarse este último filme suyo, “Obaba”, inspirado en alguno de los relatos del famoso libro “Obabakoak” de Bernardo Atxaga.
(…)”Hace falta de todo para hacer un mundo”, que dice un dicho francés, y los que hacen el mundo de Obaba nos miran, miran al espectador de frente: hay muchas miradas en la cinta de Montxo Armendáriz, contundentes, furtivas, insidiosas, traidoras. El tapiz de la vida de Obaba se va, así, tejiendo sutilmente. Hecho de odios, de amores clandestinos y de los otros, de torpezas y de poesía.
(…) En “·Obaba” actores y actrices, Pilar López de Ayala, Juan Diego Botto, Bárbara Lennie, Eduard Fernández, forman una galería deslumbrante. En el casi nunca bien avenido matrimonio entre cine y literatura, “Obaba” es una gloriosa excepción.
A última película de Montxo Armendáriz, Obaba. É unha película profunda e inquedante. Intensa e magnífica. Traspasada pola maxia, polos soños, polos lagartos. E contada con amor. Todo sucede en Obaba. Ese lugar que o inventou o grande escritor vasco Bernardo Atxaga.
E en Obaba as cousas non son o que parecen, teñen un trasfondo simbólico, irreal, fermoso. Unha estudante de cine viaxa a Obaba para coñecer o que alí sucede. E atopa sorpresas.
Atopa os lagartos. E ante eles sente medo e fascinación. A película viaxa polas emocións do pasado. O pasado das xentes de Obaba. Mestúrase a verdade co irracional. A loucura coa lucidez. A paixón coa tenrura.
Todo é fragmentario na película. Son pequenas historias. Que aparecen ben ensambladas, e discorren coma un río. O río de Obaba é grande e misterioso. A infancia é importante en Obaba. Os nenos de Obaba falan con sinceridade do que acontece ao seu redor, aínda que non sempre o entendan. E van á escola, e aprenden todo, ou tentan aprender.
E hai un carteiro en Obaba, polo que todos esperan. Porque todos queren ter carta. E esa é a esperanza.
O lugar da liberdade. Aínda que a película é algo triste e aburrida ás veces, sempre se espera algo novo. Sempre os lagartos avanzan lentamente esperando saber o final da película. Esta nova película de Arméndariz envólvenos e atrápanos coma un soño.
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Montxo Armendáriz recupera su mejor pulso y firma una brillante película, inequívocamente suya aunque sorprendente y novedosa.(…) Utilizando una estructura que se retuerce sobre sí misma como los inquietantes lagartos que a parecen a lo largo de la cinta, Armendáriz se vale de una estudiante de imagen (Bárbara Lennie) para investigar los entresijos de un aislado pueblo vasco con muchas historias –presentes y pasadas– por descubrir,para, de paso, reflexionar sobre los entresijos de la creación con una cámara (de la que se vale Lennie para mostrar “su realidad” de Obaba) y sobre lo distintos que resultan unos hechos “objetivos” dependiendo del punto de vista que se utilice.
(…) A través de la interrelación de los distintos relatos se va tejiendo un mapa fascinante del espíritu humano y de las distintas motivaciones de que nos valemos en la vida para darle sentido a nuestra existencia.
(…) Sin duda contar con un sólido guión muy bien estructurado ayuda. Y manejar un reparto en estado de gracia, que comparte un tono homogéneo, es de agradecer (…) Los momentos en que los límites entre fantasía y realidad se desdibujan, uno no sonríe con bondadosa emoción, sino que se inquieta al descubrir que, incluso en el más apacible de los entornos, campan a sus anchas el mal y el rencor.
(…) Obaba va acumulando datos, sensaciones, sentimientos con una gran libertar narrativa y un profundo sentido distanciador, irónico.
(…)A la cuidada puesta en escena de Armendáriz, con muchos encuadres que son toda una declaración de principios acerca del punto de vista, atento siempre a la definición del pueblo y su manera de medir las cosas, se une un magnífico reparto que da vida a unos personajes tremendamente sugestivos: Bárbara Lennie, Eduard Fernández, Pilar López de Ayala, Mercedes Sampietro, Pepa López, etc. Personajes y paisajes que dan cuenta de un microcosmos tan pródigo en interrogantes como en inquietantes respuestas.
"Obabakoak", una colección de hermosos relatos recopilados por Bernardo Atxaga de ninguna frontera, formaba parte de la lista de tantos libros que ningún lector o cineasta se plantearía ver en la pantalla grande.. (…) La versión y visión de Montxo Armendáriz sobre estos cuentos se salda victoriosa y no sucumbe en ningún momento a la censura de las adaptaciones y al prejuicio de la fidelidad ante todo (…) Eliminando los relatos más cortos, los complicados visualmente y los que se alejan en exceso de Obaba, Armendáriz construye un guión sólido y de obvias pero tersas trenzas argumentales; a partir de sólo tres historias, sobre la maestra, el alemán y el loco, se nutre toda una película y todo un universo rural, sumadas al eje que hace girar la acción y produce la espiral absorbente de Obaba, el último y más extenso relato del libro que cuenta las experiencias de un hombre cada vez más absorbido por los misterios del pueblo hasta que le absorben a él mismo.
(…)Desde las primeras escenas a través de un parabrisas nocturno, nos adentramos en un pueblo borroso que cobra sentido al aparecer el lagarto, la figura supersticiosa y pagana en que se metamorfosea el espíritu de Obaba. Aunque podría plantearse como pequeña historia de misterio, "Obaba" brilla mucho más por su tenue metáfora del individuo incapacitado para hacerse oír, del arraigo en uno mismo y en sus consecuentes dificultades para desprenderse de tradiciones, personales y populares, tan forjadas. Introducirse en el mundo de "Obaba", un pueblo con visos vascos pero con interiores extrapolables, significa volver a lo más oscuro de uno mismo y a lo más primitivo de un país, y a la vez, persona y patria, no pueden aliviarse por la carga de un retraso social insalvable. Los que llegan nuevos a Obaba, como la maestra y la narradora, Lourdes, caen en las trampas del pueblo y quedan anclados en él; lo que comienza como un ejercicio de liberación se transforma en un veneno que aísla del mundo y crea nuevas criaturas, un suceso palpable en las actitudes y las frases de los personajes, aunque utilice el elemento más efectista, y mágico, de los lagartos que entran por el oído del desprevenido y carcomen su mente.
(…)El reparto, todos en su sitio, desde el primero al último, es sin duda una de las fuerzas que empuja a la peícula y compensa esa monotonía ñoña que ya aparecía en anteriores películas de Armendáriz.
www.labutaca.net/films/31/obaba1.htm
(…) El realizador vasco Montxo Armendáriz construye en su nueva película, "Obaba", una bella reflexión acerca del arte de relatar historias, hábilmente trasladada a su propio ámbito, el cinematográfico, sin por ello llegar a comprometer el espíritu del libro. No se trataba de una tarea fácil, teniendo en cuenta la complejidad de una obra estructurada en cuentos de índole muy distinta.
(…) Sin embargo, no hay nada de misterioso ni fantástico en las vidas de los habitantes de Obaba: sólo viejas rencillas, inconfesados secretos a voces, locuras cotidianas, desarraigo, nostalgia y algún que otro momento de felicidad. Pero será a través del narrador que las relata —léase la joven estudiante de imagen, pero a otro nivel también Armendáriz y Atxaga— que estas historias tan terriblemente anónimas, cotidianas, incluso vulgares, cobrarán una nueva dimensión como base de fascinantes relatos llenos de emoción, suspense, drama, terror, humor y pasión.De este modo, "Obaba" pone en sutil evidencia los mecanismos del relato, en este caso el relato audiovisual, lo que acaba por convertir la película de Montxo Armendáriz, en último extremo, en una original reflexión, alejada de convenciones y tópicos, acerca de las formas —¿las trampas?— de hacer cine.
"Obaba" se sustenta en un excelente guión firmado por el propio Armendáriz, que se muestra relajado, seguro y cómodo con el material literario de partida. Fiel a su propio estilo (basta recordar, por ejemplo, la maravillosa "Secretos del corazón"), Armendáriz se ha planteado el film como un relato de corte realista y clásico, que fluye pausadamente, sin prisas, pero con elegante convicción. Elocuentes silencios y miradas dotan a "Obaba" de ese peculiar halo de misterio que subyace también en la novela de Atxaga. Al ejemplar trabajo de guión y puesta en escena, por último, cabe añadir el buen hacer de un reparto que equilibra los jóvenes valores (Bárbara Lennie, Pilar López de Ayala) con la solvente veteranía de Mercedes Sampietro, Lluís Homar, Eduard Fernández o Txema Blasco, entre otros
www.labutaca.net/films/31/obaba2.htm
(…) No era tarea fácil, pero el director de Silencio roto y Secretos del corazón ha elegido sabiamente estos pequeños retazos de vida haciendo que todos ellos se encaminen a través de un mismo hilo conductor. Como el mismo cineasta ha declarado, se trata de “un viaje iniciático” en el que una joven estudiante de cine queda fascinada con el pueblo de Obaba cuando pretende rodar allí un trabajo práctico para la escuela. Lourdes (Bárbara Lennie, descubierta en Con más pena que gloria) capta con su cámara de vídeo un mundo en el que se entremezcla el pasado y el presente de sus habitantes, bien sea atrapados en la soledad (representada por la profesora del pueblo a la que da vida Pilar López de Ayala), el tormento (caracterizado en la figura de Eduard Fernández), o el desarraigo (personalizado en la historia de un ingeniero alemán y su hijo).
(…) Ya en el presente de Obaba discurre la vida de Miguel (Juan Diego Botto) plena ejemplificación de la integración en el pueblo con alguien que no quiere marcharse de allí por nada del mundo. Todas estas vidas confluyen en la visión de la obra de un Armendáriz que, a lo largo de su trayectoria, ha ido creando un estilo muy reconocible en la forma de hacer cine, aunque ésta quizá sea su película más onírica hasta la fecha.
(…) De precisión impecable a la hora de dirigir actores, filma secuencias de gran pureza artística -con la ayuda del maestro de la luz Aguirresarobe- y saca partido a un reparto en el que sobresale la actuación de Pilar López de Ayala, en el que podría considerarse episodio más bello de toda la producción, (…) permite disfrutar de un reparto de lujo y de un viaje fascinante al universo de Obaba como metáfora de la vida.
www.fanzinedigital.com/articulo.php?sec=c&cod=1477
Traducir en imágenes los relatos que componen Obabakoak no era tarea fácil, pero tal vez los mundos personales de Bernardo Atxaga y Montxo Armendáriz estaban condenados a confluir. Obaba tiene algo de ambos y, en ese sentido, puede considerarse una adaptación modélica, coherente. Con gran acierto, el guión ha conseguido sintetizar el espíritu de la obra original sin renunciar a una concepción decididamente cinematográfica. Así, el director vasco ha escogido algunos de los mejores relatos del libro y les ha dado una doble trama conductora. Por un lado, la figura de una joven estudiante -Bárbara Lennie- que se acerca al pueblo para hacer un documental, por otro, la omnipresente sombra de la antigua maestra, interpretada por Pilar López de Ayala y Mercedes Sampietro. Como el personaje de Lennie, los espectadores también vamos descubriendo los secretos lazos que unen a los habitantes del pueblo, reconstruyendo continuamente la topografía sentimental y moral de ese microcosmos que es Obaba, donde caben toda clase de pasiones humanas: el amor, la envidia, la violencia, el rencor, la amistad. Sin llegar a las altas -altísimas- cotas que alcanzó en Secretos del corazón, Armendáriz ofrece una obra madura, intensamente lírica, en la que se reconocen algunas de las constantes de su cine. El paisaje retratado con la luz de Aguirresarobe, los mundos cerrados de pueblos y familias, las historias guardadas bajo candados de siete llaves, los recuerdos que no se borran con el tiempo. Todo reaparece aquí, bajo la literatura de Atxaga, y con los rostros de unos actores en estado de gracia –especialmente Pilar López de Ayala–, en unas imágenes que se cargan de sentido y emoción conforme avanza el metraje.
www.aytolacoruna.es/3ciudad/32cultura/criticas.html?vermas=1127977302347-424
Obaba es una película inclasificable pero predecible, alegórica aunque de mensaje directo, emotiva si bien obliga a la reflexión, y rotundamente aconsejable por su lirismo sobrio, por su misteriosa fotografía (de Javier Aguirresarobe) y por lo mejor de todo: su guión que expresa fielmente la atmósfera mágica del libro original. Hasta la lentitud de la narración se atenúa por la crónica fluida, y convierte en virtud lo que en pantalla suele ser el defecto pésimo.
(…) Han transcurrido más de tres lustros desde que en 1988 Atxaga publicó su premiada y traducida novela, y muchos nos preguntábamos cómo quedarían en el cine algunas de las 28 historias que conformaban la obra. El resultado de Armendariz despeja todas las dudas. Además, no hace falta en modo alguno haber leído el libro para disfrutar del film, que llevará el mundo literario de Obaba a más destinatarios de todo el mundo.
(…) El lujo del reparto con excelentes intérpretes (Mercedes Sampietro, Pilar López de Ayala, Juan Diego Botto, Bárbara Lennnie, Eduard Fernández,…) transforma la obra en una película coral de mesura controlada que explota sordamente. Los relatos son explícitos y metafóricos, destacando los de la maestra enamorada que espera una carta que nunca llega, el del niño que aprende cultura alemana mediante cartas de amor, y el del asesino soñador de una isla paradisíaca. Además se narran aprovechando las resonancias de cuatro lenguas: castellano, euskera, francés y alemán.
(…) Algunas frases míticas son, y serán, los mejores referentes de Obaba, como “hasta hace muy poco, yo era una persona normal”, “aún faltan 87 curvas”, “¿a que no sabe cuántos pasos hay entre su casa y la escuela”, “ya sé que no es fácil vivir entre esta gente, pero tienes que ser fuerte”, “siempre es verano en la Isla de las Tortugas”, “la gente inteligente sabe adaptarse a cualquier situación”, “¿no quiere irse de aquí? No, ¿para qué? Cualquier sitio es inmejorable, si…”. Con ellas, se ratifica la creencia de que el paraíso, aún en la tierra, está abierto a todo espíritu bondadoso.
(…) Dicen que no hay que temer a las sombras, porque sólo indican que en un lugar cercano resplandece una gran luz. La película Obaba habla del odio y del amor, de la soledad y de la compañía, de la escuela y del cine, de la vida arcaica y eterna, de los niños, jóvenes y ancianos,… ¡No te la pierdas!
www.ofdnews.com/comentarios/2032_0_1_0_C/
www.getxoweb.com/mikel
Obaba es una película rara, difícil de clasificar (…)Sin embargo en Obaba hay mucho más de lo que primero salta a la vista y a la cámara, tanto a la de Lourdes como a la de Montxo Armendáriz, y poco a poco se desarrollan ante el espectador las pasiones del pueblo a través de sus habitantes (…) A través de la magnífica fotografía de Javier Aguirresarobe, que sin embargo mantiene sobre los campos navarros que ha retratado una sensación siempre misteriosa, como si la tranquilidad que estos parajes tienen fuesen sólo una fachada y fuese a través de sus silencios que la realidad detrás de Obaba se hace más vehemente.
(…) Sonido, banda sonora, imagen y unas actuaciones bien contenidas confluyen con maestría en esta película que funciona en muchos niveles de comprensión, que mantiene al espectador atento y con el aliento contenido aunque la narración de Obaba sea amable y fluida. La cámara de Armendáriz se acerca sobre todo a las personas que habitan el pueblo, pero manteniendo los secretos más profundos bajo llave y sin hacer alarde de omnisciencia. El espectador disfruta así del no saber, de una cierta ignorancia sobre las vidas de las personas y los paisajes que Lourdes investiga a su vez, y es que es un acierto haber seguido a esta extranjera a la hora de introducir el pueblo en lugar de ofrecer el material en bruto.
(…) Mercedes Sampietro, Juan Diego Botto, Lluis Homar y Eduard Fernández son sólo cuatro de los muchos excelentes intérpretes que completan con su buen hacer la atmósfera de Obaba, las rarezas y los misterios de un pueblo imaginario que se vuelve real gracias a gestos mínimos, a miradas atentas, a una mesura absoluta y bien controlada que explota silenciosamente. Como hizo en Secretos del corazón, Armendáriz filma pero no fuerza y hace del arte de contar historias un trabajo interactivo, porque cuenta pero da tiempo al que escucha.
http://es.movies.yahoo.com/db/f/2/0/2000717.html
¿Qué es lo que en nosotros permanece a lo largo del tiempo? Ése que vemos en la foto de primera comunión, ése otro fotografiado el día de la boda o ése que aparece en la foto colocada en el nicho del cementerio son, paradójicamente siempre el mismo y uno mismo. Pasado, presente y futuro pasan a través de nosotros mismos, de nuestra cambiante apariencia física -eso que es todo lo que una cámara puede aprehender- pero a la vez no nos permiten conocer lo que somos realmente. En realidad, de eso también habla Obaba, la última película dirigida y producida por Montxo Armendáriz para Oria Films a partir de algunos de los .cuentos -y de muchas otras cosas aportadas por Armendáriz en su condición de guionista-incluidos en el libro Obabakoak de Bernardo Atxaga. Y digo también, porque los personajes de Obaba no sólo están atrapados por el tiempo, por aquello que fueron y aquello que serán, sino por un espacio, por un lugar que se nos ofrece a la vez como muy concreto -es decir; un paisaje, ese paisaje navarro que tan bien acoge al cine de Armendáriz- y absolutamente abstracto, homologable con tantos otros; porque, frente a cualquier sospecha, temor o consideración apresurada, Obaba -el filme- escapa del localismo, del ombliguismo con la misma sutileza con la que escapa del que podría ser -y nunca es- el gran lastre del cine de Armendáriz, bajo las peligrosas formas del costumbrismo.
La historia que nos cuenta Obaba discurre -que no transcurre, puesto que apuesta por cierta circularidad del tiempo- desde una foto (de los niños de la antigua escuela) hasta unas imágenes videográficas, las que casi compulsivamente toma Lourdes, esa intrusa que también resultará "atrapada" por el espacio y el tiempo de Obaba. Pero el relato de Armendáriz propone, precisamente, en qué medida detrás de la superficie de las imágenes -estos es, de las apariencias- existe el insondable abismo de cada persona. Por eso la historia se multiplica, estalla en muchas historias (y muchas más podrían haber sido) donde el pasado, el presente y el futuro se entremezclan; porque en la dimensión profunda de cada ser no existen las cesuras cronológicas del tiempo.
No se trata de que la historia se repita, aunque evidentemente Lourdes queda atrapada por Obaba como lo fuera la maestra, aunque a ésta no le ha sorbido el seso ningún lagarto. Cada personaje que adquiere algún relieve a lo largo de Obaba -Ismael Lucas, Esteban, Merche, Tomás, Begoña,...- goza en cuanto tal de su absoluta individualidad, de una personalidad distintiva, aún partiendo siempre de una escena originaria común (la foto), al tiempo que cada uno de esos personajes aparece también "atrapado" como por una tela colectiva (tejida por un lagarto en vez de una araña) ya que su propia vida siempre viene condicionada por los demás: también ellos pueden decir aquello de que "el infierno son ellos"...
Lourdes no puede más que acumular las cintas grabadas, porque su montaje es imposible. Si recordásemos a Pasolini diríamos aquello de que la vida es un largo plano-secuencia que sólo puede clausurarse con la muerte. Cierto que Lucas parece muerto en vida, ahí encerrado porque el pasado pervivió en él bajo la forma de
voces culposas; que Esteban parece muerto en vida, porque el recuerdo de un lejano -y falso- amor adolescente le esterilizó; que en Tomás también murió aquel niño -el más inteligente de toda la clase como era- en su autista sordera; que Begoña también comenzó a morir el día que Ismael la humilló delante de los otros niños; que... Pero en realidad, ninguno está del todo muerto: sólo están "atrapados" por un pasado común, por un lugar compartido, por una vida que es suya pero también es la de los otros. Por eso Lourdes no tiene solución para su montaje, no hay final para la historia porque las historias no lo tienen: se prolongan, se entrelazan, se retrotraen, se repiten,...
Hasta aquí sólo escarbamos en las múltiples dimensiones que nos abre Obaba más allá de la tersura de la puesta en escena de Armendáriz. Pero no podemos dejar de admirar la complejidad que no sólo esconden los sentidos del relato fílmico, sino su puesta en obra, su concreción en unos personajes, unos escenarios, un "tempo", unas acciones, etc. que adquieren toda su consistencia gracias a la labor de dirección, pero también a un espléndido diseño de producción y al impecable trabajo de los intérpretes "de reparto". Y todo ello sabiendo siempre escapar a las trampas diversas que el propio Armendáriz se ha ido poniendo (en el guión, en la puesta en escena, en la producción,...) salvando así el peligro del encasillamiento ("cineasta de lo rural"...), del tópico al uso ("el realismo mágico"...), de la repetición ("el núcleo familiar"...), del vernaculismo ("lo vasco-navarro"...), pues al fin Obaba, el filme, habla de sentimientos universales, usa la ficción -tanta como para ofrecer incluso ramalazos de lo fantástico- para hablar de la vida.